Travesía de una mujer en STEM

Como Profesora Adjunta nombrada conjuntamente para el Departamento de Ciencias Biológicas y del Instituto para el Estudio del Medio Ambiente, Sustentabilidad y Energía en la Universidad del norte de Illinois, Holly Jones comparte lo que es ser una mujer en STEM.

Me interesaban las matemáticas, las ciencias y las actividades al aire libre desde muy joven mientras crecía en Iowa. Mi abuela desempeñó un papel importante en mi amor por estar al aire libre; Ella me llevaba a pescar a la granja donde creció y pasé mucho tiempo ayudándola a ella y a mi bisabuela con jardines de flores y hortalizas. Mi mamá era una enfermera de aviación y volaba en helicóptero recogiendo pacientes en estado crítico. Ella fue entonces y sigue siendo hoy una de las mujeres más fuertes que conozco y me animó a perseguir lo que fuera que yo quisiera como carrera. Mi papá trabajó como gerente de inventarios en la manufactura. Ninguno de ellos obtuvo un título universitario.

Como estudiante de secundaria, al haber tomado todas las clases de ciencias que mi escuela ofrecía, era necesario que me enviaran a la universidad o a la clase de ciencia vocacional de mi elección. Elegí cursar Biología Marina en una escuela de formación profesional, la cual fue impartida por la Dra. Stiles, quien terminó por inspirarme a seguir una carrera en ciencia. Ella era un caudal de conocimientos y nunca me habían desafiado en la forma en que su curso me desafió. Como parte del curso, fui entrenada en buceo, con mi primera inmersión en aguas abiertas en las aguas turbias del Lago Grey en Des Moines. Para nuestras vacaciones de primavera, fuimos a Florida y nos embarcamos en nuestras primeras inmersiones en el océano.

Estaba enamorada del océano e impresionada con la Dra. Stiles, que podía identificar a toda criatura a lo largo de la costa y en el agua. Aspiraba a ser como ella cuando creciera.

En la universidad, perseguí un doble título de Biología Marina y Ecología y Evolución en UC Santa Cruz, donde un profesor que me inspiraba mucho me inició a lo que sería el tema de investigación por el resto de mi vida –la conservación de islas. Me distinguí en el curso de Conservación Marina que él impartía, lo que le llevó a ofrecerme un trabajo para la organización sin fines de lucro del cual él era socio fundador llamada Island Conservation. Como pasante y luego investigadora de campo para Island Conservation, encontré mi lugar y terminé publicando artículos sobre los impactos de roedores invasores en las islas y los beneficios de la eliminación de roedores para la preservación de la biodiversidad. También encontré a una de las mentoras más fuertes que he conocido en la administradora de la oficina, Virginia McDermott. Virginia trabajó en sus años empresariales para una compañía Fortune-500, pero estaba empleando su jubilación para ayudar a que Island Conservation despegara. Sus habilidades no eran científicas, pero me enseñó como luce una mujer fuerte, cómo interactúa profesionalmente y tenía un aire de confianza que exigía respeto. Obtuve la confianza para perseguir un doctorado en la Escuela de Silvicultura y Estudios Ambientales de Yale con el fuerte apoyo de Virginia y los dos socios fundadores de Island Conservation.

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Holly con un prión piquicorto en Nueva Zelanda.

Como estudiante de doctorado encontré solamente una mujer miembro de la facultad aspirante a la titularidad de la facultad como una posible modelo para mí, pero de otra manera, la Escuela de Silvicultura y Ciencias Ambientales de Yale era dominada por hombres mayores. Sabía que quería continuar en el ámbito académico pero no había encontrado un modelo femenino a quien admirar o incluso para demostrarme que era posible que una mujer lo lograra. Continué una tesis doctoral de campo que consistía en visitar más de 20 islas fuera de Nueva Zelanda para evaluar la recuperación de los ecosistemas después de haber eliminado depredadores invasores. A pesar de tener pocos a quien admirar, defendí mi tesis estando con 6 meses de embarazo y tuve a nuestra primera hija una semana después de mi graduación. Después de mi doctorado, busqué una posición postdoctoral con una mujer profesora, aspirante a la titularidad de la facultad (consiguió su titularidad mientras yo estaba allí), que tenía tres niños pequeños incluyendo uno la edad de nuestra primera hija. Erika Zavaleta es una reconocida investigadora y yo quería aprender de ella académicamente y tratar de descubrir cómo era que equilibraba el trabajo y la familia. Demostró ser una excelente mentora, ayudándome a encontrar mi camino como madre primeriza y solicitante de empleo académico.

Aún me siento frustrada como mujer en STEM, con políticas como la Ley de Licencia Médica Familiar (FMLA, por sus siglas en inglés), donde a una se le alienta a agradecer el tomar las vacaciones con o sin paga con el fin de pasar tiempo en casa con su recién nacido. Me siento frustrada cuando veo mujeres altamente representadas en la escuela de posgrado en mi campo, y ver su representación disminuida en la parte más alta de la escala académica. Me siento frustrada cuando los estudiantes se refieren a mí por mi nombre de pila cuando no hacen lo mismo con los colegas varones o cuando me tengo que comportar de un modo que evoque autoridad y exija respeto en lugar de simplemente conseguirlo por defecto. Pero sobre todo, estoy esperanzada. Veo a muchas estudiantes mujeres graduadas en mi laboratorio -determinadas, inteligentes y motivadas- que sé que lograrán lo que se propongan, incluso en un mundo aún parcial. Veo a mis dos hijas y sé que cuando ven lo que hago, sabrán que pueden perseguir lo que quieran porque han crecido en torno a una fuerte modelo a seguir. También sé que cuando nuestras hijas ven a mi esposo y cómo él es nuestro mayor porrista y cómo exige que las mujeres sean respetadas, crecerán seguras y confiadas de ser lo que quieran ser. Tengo la esperanza de que un día, ellas cuenten sus historias, pero sin la necesidad de calificarlas diciendo “Como mujer…” y en su lugar, solo ver sus logros a través del lente de una persona respetada.

Pero sobre todo, estoy esperanzada. Veo a muchas estudiantes mujeres graduadas en mi laboratorio -determinadas, inteligentes y motivadas- que sé que lograrán lo que se propongan, incluso en un mundo aún parcial.

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Holly cargando una Tortuga de Blanding (amenazada) trabajando en el campo con una de sus hijas en Illinois.

Interactúo con estudiantes de K-12 cada año. Voy a la escuela Montessori de mi hija y hablo de lo que es la vida como una Bióloga de Conservación. Hablo con estudiantes de secundaria sobre todas las cosas fascinantes que se puede uno encontrar en el mundo animal. Soy mentora de estudiantes de posgrado, y actualmente, tengo cuatro mujeres graduadas y un universitario con quien interactúo semanalmente y animo a seguir las carreras de su predilección. A pesar de que el hacer trabajo de campo en las islas de Nueva Zelanda es increíblemente gratificante, el interactuar con estas mujeres jóvenes, fuertes y con estudiantes más jóvenes, de primaria y secundaria, es por mucho, la parte más satisfactoria de mi trabajo. Unas cuantas personas inspiradoras ayudaron a moldear mi carrera en STEM y sé que dada mi posición, tengo el poder de hacer lo mismo para la próxima generación. Es una responsabilidad que disfruto inmensamente y que nunca tomo a la ligera.

Foto destacada: Maud Island Peninsula. Crédito: Holly Jones
Originalmente publicado en The Female Scientist

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